domingo, 3 de junio de 2012

EL BOSQUE

Manel habìa mirado el calendario esta mañana y se habìa dado cuenta, sin remitir en ellos hasta ese momento, que hoy hacia dos años que habìan plantado aquellos arboles nuevos. Que desde el balcòn los veia con una cierta ilusiòn. Le hacia tanta ilusiòn mirarlos desde el balcòn, que incluso, yo dirìa que le habìa salido una alergìa primaveral.
De vez en cuando se miraba los brazos, con cierta preocupaciòn y escepticismo, y se preguntaba si esta alergìa tan molesta y puñetera. No era producto de varias circunstancias comunes como podìan ser:  la floraciòn, la casualidad o la emociòn que le producìa el recuerdo de cuando fueron arrancados los anteriores arboles.
Por una cuestiòn o por otra, lo que si tenìa claro, Manel, era el de intentar tocarse por si la picor llegaba a màs.
El tiempo como siempre habìa pasado muy deprisa y con esta ya habìan pasado dos primaveras desde su plantacíòn. En la primera, casi ni pudieron brotar ni las hojas en ninguno de ellos. Eran jovenes y sin fuerza aùn para que saliera gran cosa. Pero con la llegada de la segunda primavera comenzaron a llenarse de hojas de un verde que llenaba todo lo visible. Dandole a la calle un tono de color especial de vida y frescor inexperado que con todo su esplendor  no dejaban ni ver sus ramas. Tenian tanta fuerza y estaban tan arraigados a la tierra que de su base salìa un pequeño bosque.
Al pricipio,  le molestaba un poco, el tenerlo allì en medio de la cera le daba la impresiòn de  una cierta dejadez. Pero con el tiempo se fue acostumbrando, poco a poco, y al final estaba tan acostumbrado que cuando salia a la tarde a dar un paseo. Para él y su mujer era  todo ventajas el poder tener un bosque delante de casa y no tener que recorrer distancias extras para poder caminar. Cada tarde cuando salìan de su portal se adentraban sobre él en sus caminadas y de esta forma comenzaban a descubrir nuevos parajes.
El otro día, sín màs, encontraron el lado del bosque un pequeño huerto de acelgas. Un huerto de acelgas, acelgas frescas y tiernas y por supuesto bien abonadas. Se dieron cuenta de su presencia porque cuando iban caminando se encontraron una plantaciòn de pinos plantados por el perro de un vecino y malogradamente pisaron. Fue tan inoportuno, como desagradable la situaciòn que Manel y su esposa se miraron y con un cierto humor pensaron....Que tenian mucha suerte de vivir en un pueblo tan ecològico y que entre sus valores màs profundos tambièn formaba parte la defensa del medio ambiente......