lunes, 9 de marzo de 2009

EL SUEÑO


Aquella noche no podía dormir, no conseguia apaciguar el sueño, me incorpore lentamente y encendí la luz. Con un movimiento rápido me deslize sobre la silla y sin hacer ruido, me desplaze por la habitación con sijilo sin que se pudiera percatar. Llege a la cocina y me prepare un tazón de leche caliente, durante unos instantes intente relajarme sentada sobre mi silla de ruedas, núnca me habia pasado, que durante la noche alguna inquietud no me dejara dormir.

Supongo que en el fondo tampoco estaba acostumbrada a dormir con alguien y aquella relación comenzaba a pesarme en un poco.

Recuerdo la primera vez que lo ví, un chico fornido y guapo, que cada dos dias venia a recargar la maquina del café. Lo veia llegar desde el mismo momento en que aparcaba, una gran vidriera que tenia delante, anunciaba su visita. No habia chica en el despacho que no hiciera algún comentario a su llegada y yo con la mirada baja y acalorada, como una novata, intentaba disimular que no veia nada. ¿Quien iba pensar que un hombre tan atractivo, podia fijar su atención sobre una persona como yo?

Tres dias despúes de su última visita, inexperadamente, estaba tomando un cafe con unas amigas en una cafeteria centrica de la ciudad, cuando de repente, lo vi pasar. Casí vuelco el café sobre una amiga de la impresión al verle, ella se dio cuenta de lo que pasaba y lo miro descaradamente. Tal fue el descaro de su mirada que él se dio cuenta y con una sonrisa en los labios se acerco donde estabamos nosotras, se presento gentilmente y me miro, como si me hubiera reconocido. Estuvimos largo rato charlando, era muy jovial y simpatico, comentando cosas vanales pero divertidas, hasta que le comente, que yo lo conocía.

Él se quedo perplejo, pero no le estraño en absoluto, nos comento que por su trabajo, visitaba muchas empresas y que no era dificil que siendo repartidor de café le conociera. Hablamos de muchas, muchisimas cosas y poco a poco nos fuimos quedando solos. Él se ofrecio a acompañarme a casa y yo acepte gustosamente. Supongo que mis amigas viendo el interes que yo le ponia a todos los temas que él exponia y la cara de boba que ponia se dieron cuenta y decidieron marchar.

El primer día se comporto como un caballero, me acerco sin complejos a la puerta y quedamos para cenar otro día, si me iba bien. A la tercera salida nocturna y despúes de una despedida efusiva, me comento que me deseaba y no pude decirle que no. Me cogio en brazos, mientras a la vez entraba la silla de ruedas y cerraba la puerta. Me llevo en volandas hasta la cama haciendome sentir como núnca me habian hecho sentir. Me recorrio cada rincón del cuerpo hasta que me lo hizo estremecer todo él. Aquella noche no recorde que era una persona minusvalida sino que era una mujer, una mujer joven y viva.

Ahora lo obsevo detenidamente mientras duerme y me da miedo que sólo sea un sueño y despierte de ese sueño y no sea realidad......

6 comentarios:

Ruth L. Acosta dijo...

Hola Jorge...

Me encantó la historia... disculpa, quedé un poco intrigada... en quien te inspiraste para escribir tan sentida narración?

Es un gusto leerte siempre, te mando un saludo desde México,

Jorge Martin dijo...

Hola Ruth! No se si hbras recibido mi mensaje. Sólo decirte que los personajes de muchas de mis historias normalmente són personajes ficticios. Y en este caso me ha sido relativamente fácil hacer un poco de empatia porque soy voluntario en una asociación de minusvalidos psiquicos y fisicos de mí localidad. Un abrazo, nos leemos..

Anabel Botella dijo...

Un relato tierno que nos acerca un poco a la situación que viven algunas personas en silla de ruedas. Desconocemos tanto de su día a día que está muy bien que alguien nos recuerde que hay otras realidades.
Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

roxana dijo...

Que bello. Todos somos humanos y capacitados para el amor!!!!!!!!!! un gusto
Roxana

Jorge Martin dijo...

Gracias por vuestros comentarios roxana y anabel os tengo una gran admiraciòn y os sigo. Nos leemos.

TitoCarlos dijo...

Bien. Siempre he dicho que lo de 'todos somos iguales' hay que llevarlo al ultimo extremo. No debe existir la tolerancia, ni la lástima, ni nada que indique que somos diferentes.
Me ha gustado, entre otras cosas, la naturalidad de la narración. Podrían haber sido personas no disminuidas, pero entonces no nos obligaría a divagar en nuestro interior cuales son nuestros prejuicios.
Muy bueno.